“Nuestro examen de conciencia”: Las hermanas de EE. UU. aceptan el llamado para analizar su papel en el racismo sistémico

En el bicentenario de 2012 de las Hermanas de la Caridad de Nazaret, Kentucky, la Hna. Theresa Knabel y el escultor Edward Hamilton descubrieron una placa en honor a las personas esclavizadas que fueron propiedad de la congregación hasta el final de la Guerra Civil.

En el bicentenario de 2012 de las Hermanas de la Caridad de Nazaret, Kentucky, la Hna. Theresa Knabel y el escultor Edward Hamilton descubrieron una placa en honor a las personas esclavizadas que fueron propiedad de la congregación hasta el final de la Guerra Civil. (Foto: cortesía de las Hermanas de la Caridad de Nazaret)

Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

Ver perfil del autor

Una hermana de las Dominicas de Adrian pasó un año revisando los archivos de la congregación, bajo la dirección del equipo de liderazgo de la orden, tratando de documentar una política, un procedimiento, una decisión (cualquier cosa, en realidad) que mostrara por qué la comunidad tenía tan pocas hermanas negras.

Rebuscó entre más de 145 cajas de archivos, pero no encontró nada ni siquiera estadísticas sobre cuántas mujeres negras habían intentado entrar en la comunidad y habían sido rechazadas o habían cambiado de opinión.

“Lo hayamos hecho muy bien o muy mal (o por inconsciencia, probablemente) no registramos la raza de las personas”, admitió la hermana Pat Siemen, presidenta de la congregación, sobre la búsqueda de documentos de 2018. “Estábamos más interesadas en si la gente tenía un certificado de bautismo que en su raza”, agregó.

Las Hermanas Dominicas de Edmonds celebran la investidura de las novicias —incluyendo a la primera hermana negra de la congregación, Deanne (Martin de Porres) Gayle— y de las hermanas que pronunciaron sus primeros votos, las que renovaron y las que pronunciaron votos perpetuos el 14 de junio de 1964.

Las Hermanas Dominicas de Edmonds celebran la investidura de las novicias —incluyendo a la primera hermana negra de la congregación, Deanne (Martin de Porres) Gayle— y de las hermanas que pronunciaron sus primeros votos, las que renovaron y las que pronunciaron votos perpetuos el 14 de junio de 1964. La congregación de Edmonds se fusionó posteriormente con las Dominicas de Adrian. (Foto: cortesía de las Hermanas Dominicas de Adrian)

Finalmente, dos cosas quedaron claras: los archivos no iban a ofrecer lo que el consejo de liderazgo buscaba, y había un par de números que eran una verdad ineludible más allá de cualquier estadística que los viejos registros pudieran revelar.

“Después de 135 años (en una época llegamos a tener 2500 hermanas) solo hemos tenido seis hermanas negras [profesas] en nuestra historia, y solo dos hermanas negras en la actualidad”, afirmó Siemen, quien añadió: “Hay ciertas conclusiones obvias a las que uno llega”. Cuatro de las religiosas dejaron la congregación después de los votos definitivos. 

Las congregaciones de todo Estados Unidos están sometiéndose a evaluaciones similares, impulsadas inicialmente por el discurso de la historiadora Shannen Dee Williams en la asamblea de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas de 2016 y ahora de manera más urgente después del asesinato de George Floyd por parte de un agente de policía en mayo de 2020.

Para muchas comunidades, los esfuerzos de las hermanas por eliminar el racismo empiezan por abordar primero sus propios fracasos.

“Como religiosas estamos totalmente llamadas a este trabajo. Es fundamental para quienes decimos ser, y el primer paso es revisar nuestra historia, toda nuestra historia colectiva y nuestra historia particular”, señaló la Hna. Elise García, también dominica de Adrian y actual presidenta de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (LCWR, por sus siglas en inglés).  “Tenemos que admitir y reconocer las formas en que hemos sido cómplices de esto”, aseveró.

"Todos nos hemos beneficiado de la manera más horrible del esfuerzo de las personas esclavizadas. Todos estamos en deuda con ellos“: Hna. María Cimperman, del Sagrado Corazón, sobre las investigaciones relacionadas con la propiedad de esclavos que en el pasado tuvo su congregación. 

Tweet this

García aseguró que su congregación se dio cuenta de que los archivos no iban a aportar ninguna prueba sobre dónde se habían equivocado. “Los números no iban a contar la historia”, afirmó y añadió la razón: “La historia estaba en nuestras mujeres. La historia estaba en nosotras”.

Ese cambio de perspectiva también hizo que las hermanas analizaran los archivos de forma diferente y los registros empezaron a ayudar a contar la historia a través de lo que faltaba, como el hecho de que los folletos vocacionales de 70 años que encontraron casi no tenían fotos de mujeres de color.

Gracias a las fotos y cartas de los archivos, las hermanas supieron que, además de las cuatro hermanas negras que se fueron, desde 1945 al menos otras 83 mujeres de color abandonaron la comunidad. Las razones que dieron fueron, entre otras: “Me sentí evitada y excluida a propósito”; “[no] estoy dispuesta a desculturizarme”; y “ya no confío en la institución, porque no hay garantía de que no me sienta maltratada por razones que solo puedo suponer, como el racismo”.

Las Hermanas Dominicas de Adrian posan con feligreses y sacerdotes de la Misión del Beato Martín de Porres en Fort Pierce (Florida) para un retrato en 1945.

Las Hermanas Dominicas de Adrian posan con feligreses y sacerdotes de la Misión del Beato Martín de Porres en Fort Pierce (Florida) para un retrato en 1945. A pesar de haber llegado a los Estados Unidos casi un siglo antes, esta fue una de las primeras veces que las Dominicas de Adrian atendieron a personas de color. (Foto: cortesía de las Hermanas Dominicas de Adrian)

Durante gran parte de la primera época de la congregación, las Dominicas de Adrian probablemente no estuvieron en contacto con personas de color debido a la segregación racial de Estados Unidos. Las hermanas llegaron a Estados Unidos en el siglo XIX procedentes de Alemania para atender a los inmigrantes alemanes, y más tarde se establecieron en la zona rural del sur de Michigan, que era casi completamente blanca. Cuando su ministerio se extendió a otros grupos de inmigrantes, estos también fueron europeos.

A principios de la década de 1900, fueron llamadas para trabajar en escuelas de Cleveland y Chicago, pero no había niños de color en los barrios en los que trabajaban. Abrieron una escuela en Arizona que acogía a niños hispanos, aunque la misión había comenzado para ayudar a las hermanas enviadas allí a recuperarse de la tuberculosis. El hecho de que también pudieran dirigir una escuela era algo adicional.

No fue hasta 1940 cuando la orden puso en marcha una misión dirigida a los niños negros al abrir una escuela para estudiantes negros en West Palm Beach, Florida.

“Siempre hemos tenido algunas hermanas muy concienciadas con el racismo, pero no necesariamente iba más allá de las hermanas que ya trabajaban en comunidades de color”, comentó Siemen.

En 1974 y 1975, la Hna. Jamie Phelps, dominica de Adrian, hizo una propuesta al recién elegido consejo de liderazgo de la congregación, pidiendo una Comisión de Minorías para representar a los grupos minoritarios dentro de la comunidad y estudiar sus ministerios, así como un programa de formación para facilitar las vocaciones negras.

Según Reckoning With Racism: A Lenten Journey (un cuadernillo publicado en febrero por la Hna. Elise García, dominica de Adrian, sobre la historia del trato de la congregación a las hermanas negras), la respuesta del consejo de liderazgo fue positiva y prometieron poner en práctica muchas de las sugerencias que Phelps y otras hermanas pertenecientes a minorías habían hecho.

Pero en 1976, el movimiento se ralentizó, la resistencia burocrática al cambio se impuso, y a las hermanas pertenecientes a la minoría se les dijo en una carta que, aunque el consejo estaba de acuerdo en que sus preocupaciones debían ser atendidas, no habría una Comisión de Minorías para supervisarlas. Esta fue la razón esgrimida: “Ninguna de nosotras cree que sea factible establecer una oficina separada para este propósito. Cualesquiera que sean las necesidades a tratar, disponemos de los canales para hacerlo en nuestra estructura actual”.

“Simplemente se desvaneció”, señaló la teóloga M. Shawn Copeland, exdominica de Adrian y una de las hermanas involucradas en la iniciativa. “Esa parte es agotadora, porque sigues y sigues y sigues y nunca pasa nada. No es que las cosas se derriben; simplemente no van a ninguna parte”, explicó.

La Hna. Pat Siemen, presidenta de la congregación, afirmó que eso no va a suceder ahora: cuarenta y cinco años después de la propuesta de Phelps, las Dominicas de Adrian están estableciendo una Oficina de Igualdad Racial e Inclusión Cultural que examinará la estructura, las políticas y las prácticas de la congregación de arriba a abajo.

“Queremos que el futuro sea diferente al pasado y al presente”, sentenció Siemen y agregó: “Han existido iniciativas y esfuerzos, pero no se han podido mantener. Ahora estamos en una situación diferente”.

—Dan Stockman

Hasta el levantamiento social de finales de la década de 1960, la sociedad segregada de Estados Unidos impedía que las personas de color estuvieran en gran medida a la vista y en la mente de las Dominicas de Adrian, algo que sigue ocurriendo para la mayoría de los blancos en la actualidad.

En su capítulo de 1968, las Dominicas de Adrian añadieron el racismo como uno de los temas centrales que debían abordar. Declararon oficialmente que la lucha contra el racismo era importante, pero eso no dio lugar a grandes acciones.

LCWR inicia el camino

Asimismo, el discurso de Williams en 2016 fue el preludio de la resolución de la conferencia de ese año que comprometió a los miembros de la LCWR a “examinar las causas profundas de la injusticia, en particular del racismo”, y su “propia complicidad como congregaciones”.

Williams, que para entonces había estado durante casi una década trabajando en un libro sobre el papel de las religiosas católicas negras en la lucha por la libertad de los afroamericanos (Subversive Habits: Black Catholic Nuns in the Long African American Freedom Struggle), aplazó su publicación cuando al menos cinco congregaciones le facilitaron sus archivos tras el discurso. Otras la invitaron a hablar en sus casas madre para que sus hermanas pudieran conocer su propia historia. (Williams se encuentra en un período sabático y no ha podido hacer ninguna declaración para este artículo. Estaba previsto que su libro fuese publicado por Duke University Press en abril de 2022).

En un principio, el compromiso de 2016 de la LCWR con sus miembros implicaba que la propia LCWR empezara a trabajar intensamente en el tema, comentó la Hna. Patricia Chappell, de las Hermanas de Notre Dame de Namur, quien añadió que tenía la sensación de que muchas congregaciones tenían otras prioridades. Chappell fue directora ejecutiva de Pax Christi USA durante ocho años y presidenta de la Conferencia Nacional de Hermanas Negras durante otros cinco. Actualmente es la coordinadora del equipo antirracista de su comunidad y lleva mucho tiempo involucrada en esta labor, ayudando a las comunidades religiosas a enfrentarse al racismo sistémico dentro de sus congregaciones.

Si bien parecía que no se hacía mucho a nivel de congregación, el asesinato de Floyd en 2020 dotó al esfuerzo de una urgencia desconocida hasta entonces, explicó Chappell, quien desde entonces ha trabajado personalmente con 30 comunidades religiosas en sus esfuerzos por enfrentarse al racismo.

La Hna. Jayne Helmlinger, de las Hermanas de San José de Orange (California) y anterior presidenta de la LCWR, informó que el triunvirato presidencial de la LCWR tenía programada una llamada telefónica para el día después del asesinato de Floyd.

“Tuvimos que dejar de lado la agenda” porque no se podía hablar de otra cosa que no fuera la muerte de Floyd y sus implicaciones, comentó Helmlinger. “Creo que ese fue el punto de inflexión”, aseveró.

Helmlinger explicó que lo que hizo que la muerte de Floyd fuera tan decisiva para ella fue darse cuenta de que mientras los espectadores blancos que veían un vídeo viral de su muerte estaban conmocionados, los espectadores negros estaban horrorizados, pero no sorprendidos: el asesinato de Floyd era un ejemplo más de una persona negra asesinada por la policía. Helmlinger afirmó que ella y los demás dirigentes tuvieron que enfrentarse al miedo y al trauma que los negros se ven obligados a vivir cada día, década tras década.

“De repente estábamos mirando a través de una nueva visión”, manifestó y agregó: “La sensación era muy diferente y exigía una respuesta”.

Las graduadas del Dominican High School de Detroit celebran el Día del Anillo en 1984. La escuela secundaria, que cerró en 2005, fue un ministerio subvencionado por las Hermanas Dominicas de Adrian.

Las graduadas del Dominican High School de Detroit celebran el Día del Anillo en 1984. La escuela secundaria, que cerró en 2005, fue un ministerio subvencionado por las Hermanas Dominicas de Adrian. (Foto: cortesía de las Hermanas Dominicas de Adrian)

La dirección de la LCWR se puso en contacto con la Conferencia Nacional de Hermanas Negras y les pidió que se asociaran.

“Sabemos que es nuestro trabajo, por lo que no le pedimos a la Conferencia de Hermanas Negras que dieran un paso adelante y llevaran a cabo la labor”, expresó Helmlinger. “Les pedimos que se unieran a nosotros en nuestro camino”, indicó.

La Hna. Josita Colbert, hermana de Notre Dame de Namur y presidenta de la Conferencia Nacional de Hermanas Negras, manifestó que la LCWR está dando grandes pasos en sus esfuerzos y estima que eso dará sus frutos, ya que cualquier compromiso tiene que empezar por los líderes. “La gente ha respondido e intenta ser mucho más abierta”, señaló.

La LCWR también contrató a Kathy Obear, mediadora y autora de ... ¡But I'm Not Racist! Tools for Well-Meaning Whites, para ayudar a los líderes de la organización a enfrentarse a su propio racismo.

“No se puede [desmantelar] el racismo organizativo e institucional sin llevar a cabo una labor personal”, afirmó Helmlinger. “Sé que me ha cambiado como lideresa en la misma medida en que me ha cambiado como ser humano”, añadió.

Menos de tres meses después de la muerte de Floyd, la LCWR llevó la resolución de 2016 un paso más allá y pidió a los miembros que se unieran a los esfuerzos para “nombrar y erradicar el racismo dentro de ellos mismos, sus congregaciones, sus ministerios y la LCWR como organización”.

Los miembros de la organización respondieron. 

“En las comunidades religiosas (principalmente de mujeres, pero también en un par de comunidades masculinas) hay una apertura para querer comenzar” esta labor, aseguró Chappell, quien añadió: “El reto y la dificultad es: ¿cómo mantener el trabajo constante que hay que hacer?”.

Algunos no saben por dónde empezar.

“Hay cierto temor por parte de muchas hermanas blancas porque no quieren decir algo incorrecto o hacer algo incorrecto. Así que hay un miedo por saber por dónde empezar”, explicó Chappell.

El punto de partida, dicen muchos, es examinarse a sí mismo, ya sea como individuo o como organización o, preferiblemente, como ambos.

De izquierda a derecha: La dominica Hna. Shawn Copeland, la dominica Hna. Jamie Phelps, el dominico Fr. Reginald Whitt, la dominica Hna. María del Rey Plain, el dominico Fr. Jerome Robinson y la dominica Hna. Cheryll Delahoussaye el día de la profesión perpetua de Copeland en 1977.

De izquierda a derecha: La dominica Hna. Shawn Copeland, la dominica Hna. Jamie Phelps, el dominico Fr. Reginald Whitt, la dominica Hna. María del Rey Plain, el dominico Fr. Jerome Robinson y la dominica Hna. Cheryll Delahoussaye el día de la profesión perpetua de Copeland en 1977. (Foto: cortesía de las Hermanas Dominicas de Adrian)

“Si realmente entiendes lo que sucedió en el pasado, puedes identificar tus comportamientos anteriores y tratar de corregirlos. Y creo que eso es lo que buscan las hermanas en este momento”, señaló la teóloga M. Shawn Copeland, exdominica de Adrian. 

“Todos nos hemos beneficiado de la manera más horrible”

Algunas congregaciones ya han hecho una profunda indagación en su pasado a pesar de saber que encontrarían el peor comportamiento imaginable: la adquisición de personas esclavizadas.

En otoño de 2016, apenas unas semanas después del discurso de Williams ante la LCWR y cuatro meses después de que The New York Times publicara la noticia de que los jesuitas habían sido propietarios de personas esclavizadas, la Sociedad del Sagrado Corazón, conocida como las Religiosas del Sagrado Corazón, convocó un comité para examinar el papel de la sociedad en el racismo y la esclavitud. No se había ocultado el hecho de que las hermanas habían sido propietarias de 150 personas esclavizadas, pero tampoco se había examinado en detalle. Hasta 2016, la comunidad no había querido descubrir esas historias.

La labor del comité del Sagrado Corazón, que dio lugar a una reunión de descendientes en 2018 pero que aún continúa, se produjo casi dos décadas después de una iniciativa similar puesta en marcha por tres congregaciones de Kentucky que habían esclavizado a personas negras: las Hermanas de la Caridad de Nazaret, las Hermanas de Loretto y las Hermanas Dominicas de Santa Catarina. (En 2009, las Hermanas Dominicas de Santa Catarina se convirtieron en una de las siete congregaciones que se fusionaron para formar las Hermanas Dominicas de la Paz).

Una de las pocas lápidas que nombran a las personas esclavizadas que fueron luego enterradas en el cementerio de las Hermanas de la Caridad de Nazaret, Kentucky. Aunque las personas que eran propiedad de la congregación fueron trasladadas de un cementerio apartado al cementerio de las hermanas alrededor de 1912, la mayoría fueron colocadas en una tumba común.

Una de las pocas lápidas que nombran a las personas esclavizadas que fueron luego enterradas en el cementerio de las Hermanas de la Caridad de Nazaret, Kentucky. Aunque las personas que eran propiedad de la congregación fueron trasladadas de un cementerio apartado al cementerio de las hermanas alrededor de 1912, la mayoría fueron colocadas en una tumba común. (Foto: cortesía de las Hermanas de la Caridad de Nazaret)

En el año 2000, las tres congregaciones se reunieron en una iglesia de Bardstown (Kentucky) que había sido construida por personas esclavizadas, y pidieron perdón a los descendientes de las personas que habían tenido en su propiedad.

No era la primera vez que las Hermanas de la Caridad de Nazaret se reunían con los descendientes. En 1912, 47 años después de que 30 personas fueran liberadas de los trabajos forzados para la congregación (nueve ya habían huido para unirse al ejército de la Unión en la Guerra Civil), más de 150 personas acudieron a Nazaret para la celebración del centenario de la congregación, en la que se homenajeó a los antiguos esclavos y a sus familias con visitas guiadas, una gran cena y un baile.

“Conservaron la relación con las familias a lo largo de los años”, afirmó la hermana Theresa Knabel, que investigó a fondo la esclavitud de la congregación para su bicentenario en 2012. “Fue una celebración que duró todo el día. [...] Todavía les consideramos una parte muy importante de nosotros”, apuntó.

Las congregaciones que tenían a personas esclavizadas se enfrentan a un dilema: ¿cómo pueden reconocer y conmemorar el trabajo que realizaron las personas esclavizadas (trabajo que a menudo supuso la supervivencia de la congregación) y, al mismo tiempo, reconocer que ese trabajo solo se produjo porque se les mantuvo en la esclavitud y se les trató como propiedad?

Las personas que fueron esclavizadas por las Hermanas de la Caridad de Nazaret, en Kentucky, regresaron con sus familias para celebrar el centenario de la orden religiosa en 1912. Las hermanas dicen que las personas que la congregación tenía en propiedad eran consideradas familia, pero reconocen que eso no borra en absoluto el pecado de la esclavitud.

Las personas que fueron esclavizadas por las Hermanas de la Caridad de Nazaret, en Kentucky, regresaron con sus familias para celebrar el centenario de la orden religiosa en 1912. Las hermanas dicen que las personas que la congregación tenía en propiedad eran consideradas familia, pero reconocen que eso no borra en absoluto el pecado de la esclavitud. (Foto: cortesía de las Hermanas de la Caridad de Nazaret)

Aunque los estados del sur no reconocían como humanos a los negros que tenían como esclavos (por lo que existen pocos registros oficiales), las congregaciones religiosas, incluidas las Hermanas de la Caridad de Nazaret y la Sociedad del Sagrado Corazón, llevaban cuidadosamente los registros sacramentales de bautismos y matrimonios.

Las Hermanas de Nazaret afirman que no hay ninguna constancia de que sus hermanas compraran o vendieran seres humanos por sí mismas: o bien los regalaban las familias de las mujeres que entraban en la orden o bien nacían de personas que ya estaban esclavizadas allí.

Pero “eso no deshace la realidad”, comentó la Hna. Adeline Fehribach, una de las vicepresidentas de las Hermanas de la Caridad de Nazaret. “Es como si nunca desapareciera. Siempre estará ahí”, apuntó.

Con motivo del bicentenario de Nazaret en 2012, se dedicó una placa y un monumento a su trabajo forzado, y se colocó una lápida con los nombres de los 28 enterrados allí. Knabel trabaja ahora en una exposición permanente sobre esa parte de la historia de la congregación para la Sala del Patrimonio de la casa madre.

Lápida colocada en 2012 en el cementerio de las Hermanas de la Caridad de Nazaret, Kentucky, en recuerdo de las 28 personas esclavas enterradas allí.

Lápida colocada en 2012 en el cementerio de las Hermanas de la Caridad de Nazaret, Kentucky, en recuerdo de las 28 personas esclavas enterradas allí. (Foto: cortesía de las Hermanas de la Caridad de Nazaret)

Del mismo modo, el evento de 2018 celebrado por la Sociedad del Sagrado Corazón fue organizado por los descendientes de las personas esclavizadas. El árbol genealógico que las hermanas pudieron construir a partir de sus registros se publicó en internet para quien quisiera estudiar la genealogía. Se instalaron nuevas lápidas y se colocó una placa con los nombres de las personas esclavizadas por las hermanas en las antiguas dependencias de los esclavos, que aún permanecen en el convento de Grand Coteau (Louisiana).

La Hna. María Cimperman del Sagrado Corazón estuvo en la reunión en la que se decidió investigar la propiedad de esclavos de la congregación.

“Fue una de las reuniones más solemnes en las que he estado”, declaró. "Todos nos hemos beneficiado de la manera más horrible del esfuerzo de las personas esclavizadas. Todos estamos en deuda con ellos”, expresó.

Antes de que su congregación comenzara con esta labor, Cimperman se encontraba en Canadá, trabajando en los intentos de reconciliación de ese país con el pueblo de las Primeras Naciones [nombre con el que se conoce a los grupos indígenas de Canadá, antes llamados incorrectamente 'indios'] con respecto a los internados religiosos, por lo que comprendió que la investigación no sería más que el comienzo de un largo camino.

“Son conversaciones sagradas a las que estamos llamados”, afirmó y añadió: “Esto me llevará toda la vida. Necesitará generaciones. Ahora mismo no podemos hablar por encima de nuestras divisiones. Tenemos que volver a construir nuestra estructura”.

Esa necesidad de hablar por encima de las divisiones se volvió más urgente tras el asesinato de Floyd, lo que dio lugar a 'A Call to Transformative Love in Religious Life: Stories of Race, Place and Grace' (Un llamamiento al amor transformador en la vida religiosa: Historias de raza, lugar y gracia), un evento virtual dividido en tres sesiones celebradas en otoño que incluía a religiosos negros contando las historias de lo que vivieron cuando se unieron a congregaciones de blancos, un análisis de las congregaciones que tenían a personas esclavizadas y una explicación sobre cómo transformar las congregaciones para que sean más acogedoras. Cimperman es la directora del Centro para el Estudio de la Vida Consagrada de la Unión Teológica Católica de Chicago, que organizó el ciclo junto con la Conferencia Nacional de Hermanas Negras.

La muerte de Floyd llevó a Cimperman a preguntarse qué estaban llamados a hacer los religiosos en la lucha para desmontar el racismo. La respuesta, según ella, era empezar por examinar su propia contribución a que el racismo se perpetúe. Otra serie de sesiones virtuales en marzo incluía una titulada 'Owning Our History: Race and Racism in the History of the Catholic Church' (Haciéndonos cargo de nuestra historia: raza y racismo en la historia de la Iglesia católica).

“Si realmente entiendes lo que sucedió en el pasado, puedes identificar tus comportamientos anteriores y tratar de corregirlos. Y creo que eso es lo que buscan las hermanas en este momento”: teóloga M. Shawn Copeland, exdominica de Adrian. 

Tweet this

“Seguimos luchando por lo que está en nuestros libros de historia", aseveró Cimperman. “La reconciliación es tanto una elección como una gracia. Es diferente del perdón. Puedo perdonarte pero no volver a hablarte. Pero la reconciliación es construir una nueva relación”, explicó.

La necesidad de ver una nueva realidad

Helmlinger aprovechó su discurso presidencial en la asamblea de la LCWR de agosto de 2020 para instar a los miembros de la organización a iniciar el camino contra el racismo mirando hacia dentro.

“Esta parte de la visión de Dios es infinitamente clara para mí: tenemos una labor que hacer, hermanas, respecto a nuestra complicidad a la hora de permitir que la insidia del racismo florezca dentro de nosotros y a nuestro alrededor”, manifestó en su discurso. "No puedo ser, vivir o liderar con autenticidad si no estoy dispuesta a hacer el trabajo interior necesario para nombrar y erradicar el racismo que habita en mí”, apuntó.

Aseguró que ahora era consciente de que este viaje le llevaría toda la vida.

“El desaprendizaje es lo que me resulta tan sorprendente”, declaró a Global Sisters Report. “No se trata de señalar con el dedo ni de avergonzar ni de nada; se trata de comprender la verdadera historia de Estados Unidos. Para la mayoría de nosotros, [el racismo] no fue por maldad; fue por ignorancia. Tengo que reconocer que siempre miro desde esta perspectiva blanca”, reflexionó.

“No puedo ser, vivir o liderar con autenticidad si no estoy dispuesta a hacer el trabajo interior necesario para nombrar y erradicar el racismo que habita en mí”: Jayne Helmlinger, de las Hermanas de San José y presidenta anterior de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas. 

Tweet this

Pero Helmlinger, el resto de la directiva de la LCWR, el personal, los miembros de la junta nacional y las 15 presidentas regionales están aprendiendo a mirar a través de otras perspectivas.

“Es un trabajo doloroso”, señaló, "pero es un trabajo muy gratificante”.

Margaret Susan Thompson, historiadora de la Syracuse University que investiga a las hermanas católicas desde el punto de vista racial en los Estados Unidos y es asociada de las Hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María, afirmó que la historia es controvertida en este país de un modo que no se da en otros países debido a los ideales sobre los que se construyó la nación. “Reconocer que no siempre hemos estado a la altura de esos ideales se convierte en una afrenta a la propia nación”, añadió.

“¿Cómo es posible que un documento que dice que 'Todos los hombres son creados iguales' sea escrito por un propietario de esclavos? ¿Cómo es que un país construido sobre estos valores escribió una Constitución que legitimaba la esclavitud?”, se preguntó Thompson.

Del mismo modo que Estados Unidos no puede abordar el racismo institucionalizado si no reconoce la historia que lo creó, las hermanas católicas no podrán establecer relaciones con las comunidades negras si no reconocen el daño que les han hecho, explicó Thompson.

La Hna. Rosalie Esquerra, dominica de Adrian, enseña en la década de 1980 a los adultos jóvenes en la organización Life Directions que ayudó a fundar en 1973 para hacer frente a la violencia. Life Directions continúa atendiendo a los jóvenes en riesgo en Detroit y Chicago.

La Hna. Rosalie Esquerra, dominica de Adrian, enseña en la década de 1980 a los adultos jóvenes en la organización Life Directions que ayudó a fundar en 1973 para hacer frente a la violencia. Life Directions continúa atendiendo a los jóvenes en riesgo en Detroit y Chicago. (Foto: cortesía de las Hermanas Dominicas de Adrian)

“Tienen que enfrentarse a sus propias historias para afrontar el presente. A menudo son historias que tienen comportamientos racistas llevados a cabo de forma inconsciente. Creo que, por lo general, no discriminaban de manera activa. Estaban ciegos o no se daban cuenta de las cosas, en lugar de actuar con malicia”, aseveró.

La historiadora estima que las hermanas católicas deben preguntarse qué necesitan para ser realmente diferentes y piensa que el futuro para la vida religiosa debe ser necesariamente multicultural. “[...] Creo que las comunidades religiosas tienen que ver una nueva realidad, y eso es mucho más difícil que limitarse a decir: 'Acogemos a los candidatos negros'”, indicó.

En la misma tónica la Hna. Josita Colbert aseguró que las hermanas negras solo se sentirán realmente acogidas en una congregación si se produce un cambio de verdad antes de que se presenten [los problemas] y consideró que las comunidades blancas tienen que acoger a otras culturas, aunque no haya un representante que las impulse, y tienen que contar además con oradores negros para temas distintos del racismo.

“No creo que haya un futuro para la vida religiosa si no es multicultural”: Margaret Susan Thompson, historiadora de de la Universidad de Syracuse. 

Tweet this

“No pueden esperar a que llegue una mujer negra y luego poner una foto de Martin Luther King”, comentó. “Tiene que ser parte de lo que son”, añadió.

Cuando una mujer es llamada a unirse a una congregación, explicó Colbert, esta tiene la obligación (independientemente de su raza)de respetarla, incluso si eso supone un cambio, porque “es Dios” quien “la llama a la vida religiosa”.

Una vez completada la búsqueda en los archivos de las Hermanas Dominicas de Adrian, el equipo directivo pidió a García que escribiera un informe sobre lo que habían encontrado. En febrero creó un documento de 55 páginas, Reckoning With Racism: A Lenten Journey, que recorrió la historia de toda la congregación para explicar cómo habían construido una comunidad que acogía a tan pocas hermanas negras, enviando a aquellos que leyeron el documento a realizar su propio viaje personal.

Es un viaje en el que la congregación no puede flaquear ni bajar el ritmo, aseguró Pat Siemen, presidenta de las Hermanas Dominicas de Adrian.

“Esto forma parte de nuestro examen de conciencia. Tenemos que afrontar el sufrimiento que hemos causado a los demás para que haya un compromiso de cambio, para decir: 'No más'”, afirmó y sentenció: “Si no se cuentan estas historias, seguiremos sin darnos cuenta del dolor que estamos causando”.

This story appears in the Sustainable Development Goal 10: Reduced Inequalities feature series. View the full series.